Diario.
29.1.12
Hoy es un fin de semana como otro cualquiera, salgo con mis amigos, me divierto… pero todavía no he podido hacer realidad mi sueño. Competir en una carrera de motos.
No sé porque, pero a la mayoría de chicas que conozco les da miedo o no les gusta. Yo creo que no es así, cundo te subes a la moto eres tu quien dirige, es algo más como saber elegir el camino por donde quieres tirar, por donde quieres llevar tu vida, porque eres tú quien decide. Ser libre. El problema es, que a mi madre le da mucho miedo las motos y mi padre... mejor no hablar de ello, y encima contarles quiero ser motorista y competir en carreras… ¡Ni se les pasaría por la cabeza decirme que sí! Además están artos de decirme que me ponga a estudiar, que conseguir una beca no es tarea fácil…
Pero, cuando me siento en la moto y la arranco, me recorre por la espalada como cosquillas queriéndome decir que siga y cuando me dejo llevar, es como una parte más de mí, pero mis padres no me entenderán ni ahora ni nunca.
Hay veces que es lo único que me apetece, montar en mi “cacharrito”. Porque cuando estoy triste se convierte en mi mejor amigo, hace que me olvide de lo que pasa a mi alrededor, de mis problemas, pero de repente están ahí, mis padres, y me dicen que afloje y cuando aflojas te das cuenta de las cosas.
Cuando veo las carreras de motos por la tele, y veo como adelantan a mi corredor favorito que está a punto de pasar la línea de meta y ganar, me cabreo y no hay nadie que me pueda hablar en ese momento si no quiere que me termine cabreando con él. Creo que también es por la rabia de saber que nunca voy a poder hacer realidad mi sueño, pero cada vez estoy más cerca, eso sí lo sé. Sigo esperando el día en el que sea yo la que esté subida a esa moto y tengo más claro que el agua que quien la sigue la consigue, por eso sigo con esperanza y con más ganas que nunca, porque lo que no puedo hacer ahora es negarme y rendirme a lo que verdaderamente me apasiona y me encanta. Además, hace poco me regalaron una moto, ¿Por algo se empieza no?